Viernes 23 de Febrero de 2007

Hola Gente!!!!!

Por acá todo ok, recién llegados a la Argentina nuevamente por el paso de Jama (estamos en Purmamarca). La idea era seguir por Chile hasta Santiago, pero es tan, tan caro que gastamos en dos días (y durmiendo gratis en la Playa) lo mismo que en un mes en Bolivia. Así que decidimos apurar el regreso. Seguramente mañana salgamos para Cafayate, luego por la ruta de los valles Calchaquies y vamos a ver si agarramos una ruta medio rara (la 157 y luego la 60) que bordea Santiago del Estero y Catamarca y sale a Córdoba. Vamos a ver si pasamos un par de días en algún río cordobés y luego volvemos.

Bueno, nos estamos viendo. Besos y abrazos,

Diego

Desde Puquio

16 de Febrero de 2007
Hola Gente...
Estamos en Puquio (luego de Cuzco, pasamos por Abancay y Chalhuanca), a 150 km de Nazca.
Eso es todo... seguiremos informando. Saludos. Diego

Desde Cuzco

12 de Febrero de 2007

Hola Gente!!!!!
Estamos en Cuzco y nos vamos a quedar acá tres o cuatro días más. Es muy bonito pero carísimo. La nafta es cinco veces más cara que en Bolivia. El resto de los precios son iguales a los de Argentina (que después de Bolivia parecen altísimos).

Saludos
Diego

Votación

Nota del editor del blog (Julián, hermano de Diego)
Estimados visitantes de la página, los que lean ambos relatos (el de esta página y el de "Paco" en "versionpaco.blogspot.com" ya pueden votar por su preferido!!! Hay tiempo hasta que finalice el viaje (ja, ja, ja). Solo se puede votar una vez y es indistinto que lo hagan de cualquiera de los dos blogs.
Julián

La despedida: último día en Bolivia

05 de Febrero de 2007

Viajar en moto, decíamos, no es nada fácil.
Finalmente logramos continuar viaje. Luego de algunos desperfectos técnicos (que pudieron ser solucionados) emprendimos la recta final.
La llegada a La Paz fue algo perturbadora. Habíamos escuchado/leído a través de diversos medios los hechos que acontecían en la ciudad. (Paréntesis: Luego del conflicto en Cochabamba, el prefecto de La Paz se sumó al pedido de autonomía, lo que generó la ira popular y una inmediata reacción de descontento que pudo verse en las calles). Todo lo que pudimos confirmar en nuestro arribo al ver, ya desde lo lejos, una enorme cantidad de gente cortando la ruta.
Martín pescador ¿nos dejará pasar?
La cosa estaba algo confusa y el ambiente bastante caldeado. Cuadras y cuadras de camiones, micros y autos esperando se abriera el paso. Decidimos avanzar caminando algunas cuadras para ver qué pasaba. Dejamos las motos estacionadas con Caro y Paco, quienes aguardarían nuestro regreso. Al volver (sin ninguna idea de lo que pasaba ni pasaría) vemos a todos esos camiones, micros y autos avanzando a toda prisa y las motos a un costadito pidiendo un minuto de tranquilidad.
Pasamos tan pronto pudimos, en medio de un caos generalizado de humo y oscuridad…
Lo logramos. De más está decir que llegar de noche a La Paz –como a cualquier otra gran ciudad- no es nada fácil. No obstante pudimos conseguir alojamiento (accesible) relativamente pronto y allí nos dirigimos. Nos esperaban cuatro días de caminatas y visitas más que atractivas.
1º circuito turístico de Bolivia: Coroico.
Coroico es, sin lugar a dudas, un bellísimo pueblo ubicado en medio de las montañas en la zona de los Yungas. Era, hasta hace no mucho tiempo, un lugar selvático de muy difícil acceso. Sólo una ruta –conocida como la ruta de la muerte- llegaba desde La Paz. Actualmente hay una ruta asfaltada que facilita todo.
El verde acompaña cualquier visita por la zona. Tal como cuentan sus habitantes, Coroico es el 1º circuito turístico de Bolivia (dato que confirman los mapas “for export” de esos pagos).
Luego de unos días en la ciudad partimos rumbo a este destino en el que, según prometían, encontraríamos el paraíso. Buscando paz emprendimos viaje. Sin embargo al arribar comenzamos a sospechar que l(L)a p(P)az la habíamos dejado a 110 Km. de donde nos encontrábamos. El amable dueño del hotel nos daba la bienvenida intentando hacer lo que no había recaudado en todo el mes, queriéndonos cobrar exactamente el doble de lo que -días atrás- había cobrado a unos amigos (intuimos que los cascos en mano a la hora de pedir precio no salen a nuestro favor).
Luego de duras negociaciones logramos llegar a un monto razonable. El hotel, muy pintoresco por cierto, contaba con una pileta de considerable tamaño y unas habitaciones con increíble vista a la montaña. Cansados, luego de un largo viaje, nos dormimos temprano. Al día siguiente todo parecía de maravilla. Al salir del hotel notamos que todos los precios distaban significativamente de los acostumbrados (la viveza no es sólo argentina). Ok. Estamos en este alucinante lugar ¿por qué molestarnos? Disfrutemos del día y la pileta.
¿Para qué contarles?!! Al ingresar nuevamente al alojamiento advertimos que la pileta (que pensábamos utilizar a la brevedad) se encontraba ocupada –cual colonia de vacaciones- por 10, 15… 100 niños de todas las edades y tamaños, chapoteando como si nada pasara!
Qué loco, pensamos, el hotel parecía vacío. Sí, amigos, efectivamente se encontraba ocupado por un insignificante número de personas que, como imaginan, nos encontrábamos fuera –bueno, lo más lejos posible- de la pileta. El resto de los ocupantes eran sujetos a quienes (al mejor estilo Coconor en enero), el mercader del dueño, alquilaba la piscina por el día de modo de hacerse unos manguitos.
Decidimos abandonar el tan ansiado chapuzón y nos disponemos a leer en la habitación. Pero no! Tampoco pudo ser, dado que las habitaciones (cuya increíble vista ya hemos comentado) se encontraban balconeando la pileta. Ergo, esos locos y simpáticos bajitos nos gritaban muy cerca del tímpano.
Algo cansados, nos retiramos del lugar y comenzamos la búsqueda de un nuevo –y más tranquilo- alojamiento.
Al regresar, dispuestos a comentarle al dueño los motivos por los que dejábamos la habitación, le preguntamos si era habitual tamaña cantidad de gente. A lo que responde -con el monocorde tono que lo caracterizaba- que tal evento sólo ocurría los días en que vaciaba la pileta para limpiarla (y que a juzgar por el color verdoso de la misma no sucedía con mucha frecuencia). Ahh… entonces ya no habrá niños, creímos esperanzados. Lo que hizo que desertáramos de nuestra mudanza y continuáramos nuestra estadía allí. Al día siguiente (toalla y bronceador en mano) nos disponíamos a retomar aquella tan anhelada actividad. Actividad que, una vez más, se vio frustrada al observar que la pileta se encontraba completamente vacía. En uno de sus laterales se asomaba una manguerita (el diminutivo se debe a sus 0.2 cm. de diámetro) del que caía un casi imperceptible chorro de agua que llenaría –meses más, meses menos- la gigante pileta (cosa que ocurriría durante nuestro arribo a Bs As).
Bueno, al cabo que ni quería… Partimos, entonces, rumbo a las cascadas (destino turístico obligado para quienes visitan Coroico) y más tarde emprendíamos una travesía para llegar a la Laguna Verde.
El último día nos despedía con una torrencial lluvia ¿de verano? que sospechamos ayudaría al llenado de la pileta (ventaja para los futuros huéspedes).
Nuevamente en la ruta hacia La Paz. Allí nos detenían algunos trámites mecánicos para, al día siguiente, dar por finalizada nuestra visita.
Próximo destino: Copacabana. Aquí nos encontramos de momento. El agua, a dios gracias, está a nuestros pies y no cae del cielo! El lugar es verdaderamente hermoso; mucho argentino/hippie/rebeldón (y por cierto bastante trucho) pero muy lindo y con un clima alucinante.
Mañana finalizamos nuestra estadía en este increíble país y cruzamos hacia Perú.
Nos encontramos pronto.
Un beso enorme y un fuerte abrazo.
July y Diego.

Sub-Blog de Paco

Nota del editor del blog (Julián, hermano de Diego)
He creado un "hijo" de este blog con la versión viajera de Paco. Para verla clickear aca o tienen también un vínculo a la derecha en "links importantes".
Saludos y lugo voten quién cuenta mejor el viaje....
Julián

La vida es bella (o eso dicen)

26 de enero de 2007

Hola a tod@s!
Una vez más nos encontramos en éste, nuestro (virtual) espacio.
Son unos cuantos días que intentaremos resumir en las siguientes líneas (tarea nada sencilla si consideramos los últimos acontecimientos). Haremos el intento. Antes, recapitulemos. Potosí, la “inalcanzable” devino -luego de largos e inciertos días- en una suerte de pesadilla. Es, sin lugar a dudas, una bellísima ciudad colonial que (con su característico caos incluido) tiene innumerables encantos (que ya hemos comentado y no reiteraremos a fin de evitar potenciales deserciones de los lectores).

Decíamos, entre muchas otras cosas la ciudad nos ofreció un alojamiento que, con el correr de los días, se convirtió en nuestro segundo hogar. El confortable hostal se encontraba administrado por una amable familia (compuesta por padre, madre y tres simpáticos críos).
Hasta ahí lo de siempre: caminatas, visitas, descanso. Luego de una considerable (pero atinada) cantidad de días allí, decidimos marchar rumbo a La Paz. La despedida: un reconfortante chapuzón en las tibias (y profundas) aguas del Ojo del Inca. Por la noche nos disponíamos a terminar la nada grata tarea de armado de bolsos y una moderada cena daba fin a nuestro día. La mañana nos encontró intentando colocar todos los bolsos, bolsitos y demás cachivaches en los diminutos espacios de nuestra estimada compañera, la moto. Una vez concluida la tarea, sólo faltábamos nosotros. Se encienden las luces, se calientan los motores. Cruzamos la calle y… La moto pierde agua!!! Así fue, la partida sólo duró un instante. Entramos como salimos. A partir de ahí, nuestro querido y sabio amigo, Paco, comenzó la exhaustiva revisión. Minutos, horas, días, transcurrieron en el húmedo garaje de aquel hostal. La moto iba perdiendo piezas a la par de su forma. Una vez retirados los -nada despreciables- elementos de “la poderosa” (que dicho sea de paso no hace mucho honor a su apodo), el diagnóstico: la bomba de agua está rota. ¿Qué hacer? Conseguir un especialista que, con los dispositivos indicados, pudiera abrirla para comenzar su arreglo. Luego de un largo recorrido dimos con él. Sin embargo, al poco tiempo, Paco advierte que el dúctil tornero intentando abrirla (cosa que hizo) había roto un retén (como su nombre lo indica es una gomita con forma de anillo que retiene líquidos). Ergo, el agua continuaba saliendo por donde no debía. Como imaginan, dicho elemento -cuya ausencia hacía igualmente inútil a la moto- no se conseguía en Potosí. Al día siguiente Caro y Paco parten rumbo a Sucre a probar suerte. Su esperado regreso traía algo de aliento: la pieza se encontraba en nuestras manos. Ahora sólo era cuestión de tiempo y mucho trabajo. Moto armada. La prueba de fuego: encenderla. Milagrosamente la bomba ya no perdía. Ahora sí, luego de doce días, dábamos por finalizada nuestra visita.
Próxima parada: Oruro (esta ciudad es conocida por ofrecer los mejores carnavales de Bolivia). Como no podía ser de otra manera arribamos allí entrada la noche, de modo que nuestro único objetivo era encontrar un lugar donde dormir. A la mañana siguiente continuábamos nuestro viaje rumbo a La Paz. Con la vaguedad de las respuestas obtenidas sabíamos, a grandísimos rasgos, que el camino se encontraba en buen estado, aunque la distancia indicada rondaba entre los 100 y los 250 Km., según las fuentes consultadas. Eran, para ser precisos, 230 Km. los que nos separaban de La Paz (cuatro horas aproximadamente). Con nuestra habitual (aunque no siempre exitosa) previsión del tiempo partimos por la mañana. Sólo una breve parada técnica -cargar combustible- nos detenía en una estación de servicio. Brevedad que, una vez más, se convirtió en tres cuartas partes del día ya que la imposible bomba de agua ahora tenía gastado el “orring” (por favor, repriman su curiosidad, ni remota idea de qué es) lo que provocaba nuevamente una pérdida de agua.
Cual okupas -y sin haber consumido nada hasta el momento- comenzamos un despliegue de elementos diversos por toda la estación. Miradas de reojo de uno de los playeros, condenando nuestro comportamiento, nos daban la cálida bienvenida. Como podrán imaginar nada importaba entonces. Mates mediante, Paco comenzó a desarmar por enésima vez la moto. En esta oportunidad un pequeño cañito que conecta dos partes, al parecer muy importantes, nos arruinaba la existencia. Nuevamente a la zona de repuestos, esta vez en la ciudad de Oruro. De regreso, con la pieza necesaria y algunos víveres, comenzaba la reparación y un discreto almuerzo de sándwiches de mortadela y queso que alegraban nuestros estómagos.
Finalmente, cañito reparado, emprendemos viaje. ¿Qué podía pasar ahora?
Amig@s, la vida en moto no es nada, nada fácil.
To be continued…
Hasta prontito!
Juli y Die

Desde La Paz

23 de enero de 2007

Estamos en La Paz. Todo ok. La moto no quedó bárbara pero camina (aunque medio lento, a fondo va a 90 km por hora. No sabemos bien qué pasa). Luego cuento mejor. Vamos a estar dos o tres días. Luego Coroico y luego Copacabana. En cuanto puedo cuento un poco más.
Saludos
Diego

La Moto averiada es la de Diego !!!

18 de enero de 2007 - Por supuesto, todavía en Potosí

Corregimos un error.... La moto averiada, y desarmada, es la de Diego... y no la de Paco.... en la entrada anterior hubo una mala interpretación, así que ya está todo corregido.

Sin muchas novedades... Hoy estuvimos buscando repuestos y no hubo caso. Tal vez mañana se vaya Paco para Sucre a ver si consigue algo. Ergo: dos o tres días más en Potosí (a la fuerza).

Besos

NdelaR: Hay varias fotos nuevas. Podrán verlas junto a las otras en "Album de fotos", a la derecha de su monitor !!

Maldita Bomba.....

17 de enero de 2007 - Aún en Potosí

Todavía estamos en Potosí, intentando arreglar la bomba de agua de la moto de Diego. (Paco tuvo que desarmar íntegra la moto).

NdelaR: El redactor se había equivocado e interpretó que la moto averidada era la de Paco, pero finalmente se confirmó que era la de Diego.

Estimamos terminar entre hoy y mañana, pero nunca se sabe. Y de ahí vamos para Oruro (muy breve) y de ahí a La Paz.

No muchas más novedades. Acá llueve todos los días y tenemos muchas ganas de seguir viaje (hace más de una semana que estamos acá). Si bien el tiempo es mucho, se va acortando (estamos calculando más de 20 días de vuelta por Perú/Chile y llegar el 8 de marzo a Baires).

Besos y saludos a tod@s!

Diego

“Cuchi ingenio”

14 de Enero de 2007 desde Potosí - 2da. Parte !!

“Cuchi ingenio” –o como se llame- tiene una virtud evidente: allí comienza el asfalto que conduce a Potosí. Y otras virtudes que sólo nosotros supimos apreciar: gasolina, comida, cama. Allí pasamos la noche (o allí la noche nos pasó por encima). A decir verdad, estos últimos 140 km (desde Cotagaita hasta aquí) no habían sido tan terribles: sólo había que cuidar que el termómetro no pasara los 90 grados; y en caso de que esto sucediera, había que apagar la moto hasta que se enfríe (Dos posibilidades: si el camino venía plano o en subida, sentarse al ladito, cigarrillo en mano, a esperar con paciencia que despidiera sus calores; si justo veníamos en bajada, mucho mejor, porque nos permitía apagar la moto y seguir la marcha, hasta que el reloj o la subida nos hiciera cambiar de planes)

Temprano, como casi siempre, nos dispusimos a emprender la batalla final. 40 km y por asfalto: ya nada podía pasar… O casi nada.

A los dos kilómetros (sí, sólo dos kilómetros) se largó una lluvia torrencial –con piedras y todo- que no nos abandonó desde entonces. La llegada fue, naturalmente, algo molesta. Diluvio mediante nos dispusimos a conseguir alojamiento, tarea nada fácil en un contexto como el que nos recibía. No obstante, con algo de paciencia (y saliva) lo logramos. Un hotel llamado "Compañía de Jesús" (pueden imaginarlo, vírgenes, santos y demás yerbas en todos los rincones). Nada importaba entonces. Único objetivo: una ducha de agua caliente, bien caliente y una cama. La cama, por suerte, se encontraba, tal como lo imaginábamos. No así el agua "caliente". Luego de un agotador (y polar) día llegamos al hotel a ducharnos y dormir profundamente. Sin embargo, al abrir la ducha advertimos que la temperatura no era la esperada. En realidad, el agua salía -cual escarcha- a menos 15º. A enjuagarse rápidamente antes de conseguir el nada simpático color violeta, digno de una hipotermia. (Gracias a dios y a todos los santos conseguimos -días después y luego de un acalorado “dialogo” con la reaccionaria dueña del hostal- un alojamiento harto mas cómodo… y menos nazi).

Segundo día "Vamos a tomar una cerveza y morfar algo". Ahí fue cuando lo comprendimos todo: la temperatura de las cosas es inversamente proporcional a lo que dice ser. Así es como la cerveza "fría" es "al tiempo" (temperatura ambiente) y la ducha de agua "caliente" parece recién sacada del freezer. Pero, vamos, de vacaciones nada puede ser tan grave.

En estos días nos hemos dedicado a descansar y recorrer la ciudad sin demasiadas preocupaciones. Pero guay que aquello que uno imagina como una actividad relajante (caminar, por ejemplo) puede ser una tarea altamente compleja. Las veredas potosinas tienen 0.5 cm . de ancho y las calles 1.30 mt. con toda la furia. A eso súmenle calles por donde sólo pasa un auto y conductores desenfrenados al volante (cuando no ebrios). Tal como contábamos, su más estimado compañero, la bocina, no les permite utilizar otro de los elementos centrales de los autos, el freno. De modo que cada esquina es un coro de bocinas que advierten el paso de uno (o más) vehículos. (Pasa, así, el primero que llega a tocar bocina... y a meter la trompa).

Página aparte merece una actividad tan básica como alimentarse. Todos aquellos que han transitado por estos lugares advierten acerca de los efectos (muchas veces adversos) de la ingesta de comidas de dudosa procedencia (“Ojo con la verdura cruda”, “tengan cuidado con la comida que venden en los puestos”, etc.). Tal precaución podría ser de gran utilidad si no fuera por un hecho que la desacredita por completo: la “carta” que ofrecen desde los más exclusivos restoranes a los más pintorescos puestos callejeros es básicamente una: pollo, en sus diversas combinaciones y modos de cocción (al spiedo, frito, al horno, en sopa, acompañado con fideos, arroz y/o papas fritas, según la ocasión). En honor a la verdad todos y cada uno de dichos lugares ofrecen, en su cartelera, una docena y media de platos de lo mas heterogéneos (e incluso exóticos) como: Chairo, Jakhonta, Pique a lo macho, Picante de pollo, o el simple y previsible “almuerzo” (algo así como plato del día que incluye sopa, plato principal y postre), Cabeza de tiburón a la crema de merluza y otras exquisiteces de la zona. Sin embargo, al ingresar –siempre con un hambre a punto de desfallecer- el don o la doña que atiende nos informa “lo que queda en la cocina”. Que casualmente es… ¡pollo! (en alguna de las combinaciones que mencionábamos más arriba). No sabemos aún si tal regularidad es producto de la hora en la que ingresamos al establecimiento, una desafortunada comunicación con nuestro interlocutor (el/la mozo/a) o una suerte de condena eterna (va… por los próximos dos meses) a ingerir el “ave que no vuela”. No falta ocasión en la que, luego de recibir objeciones a cada una de las comidas que solicitamos (y morfar lo que el boliche manda), advertimos que la familia de la mesa contigua manduca –como si nada pasara- aquel plato tan anhelado (y nunca conseguido) por nosotros que, fieles a la ¿tradición?, degustamos el -a esta altura cotidiano y nutritivo- ¡pollo!.

Otra experiencia digna de mencionar es la realización de tareas domésticas (aunque sin encontrarnos en nuestro domicilio). Hace cosa de dos días decidimos llevar la ropa al lavadero, dado que hacía varios días veníamos cargando prendas húmedas (que comenzaban a emitir olores nada gratos). Lo que no advertimos fue que el (simpático) caos generalizado de la ciudad podía trasladarse a un pequeño comercio que lava ropa. Así fue como, ingenuos nosotros, dejamos algunas cosas. Cuando regresamos en busca de nuestras prendas notamos que todo el resto de los clientes –excepto nos, claro- tenía en sus manos un papel que enumeraba meticulosamente cada una de las cosas que había dejado (tres bombachitas rosas, dos calzones bordó, una camiseta blanca y así siguiendo). Sospechábamos que lo absurdo de tamaña empresa podía tener algún sentido. Cosa que se confirmó -a la brevedad- cuando sentimos al señor de traje parado a la izquierda del mostrador gritando a la mujer de la derecha "esa camisa es mía" (con mirada acusadora de refilón a la desdichada empleada a quien le caía la gota gorda entre tal escena y la inmensa plancha a vapor que se encontraba a sus espaldas). Luego de innumerables regresos (solicitados por la dueña del boliche que mientras nos hablaba lijaba entusiasmada el mostrador donde entregaban la ropa) nos reencontramos con nuestro paquete al que, milagrosamente, solo le faltaba un par de medias!

Pero todo en Potosí / Bolivia es así: encantador.

Agregado de último momento: hoy, domingo 14 de enero, como la moto no mejoraba pero tampoco empeoraba, nos dispusimos a marchar –luego de largos y húmedos días- de Potosí a Oruro. Como siempre hacemos, nos levantamos temprano, nos aseamos lo suficiente, acomodamos los excesivos bártulos arriba de “la lastimosa” (nunca tan merecido mote) y nos dispusimos a partir. Calentamos lo motores, pusimos primera y… se cagó la bomba de agua. Seguimos en Potosí, la insoportable. ¡Qué placer viajar en moto!

Muchos besos y abrazos !!!

Pésima decisión.....

14 de Enero de 2007 desde Potosí

… sí, no hay dudas: fue una pésima decisión.

Retomamos: Santiago de Cotagaita (Emi: “De Cotagaita más respeto, che! Es el sitio del primer combate por la independencia, con Balcarce (el de los alfajores) a la cabeza contra los realistas (27 y 28 de octubre de 1810). ¿El resultado? Nos sacaron cagando, pero después le dimos masita en Suipacha”...). Cinco de la Tarde. Barro cubriéndonos por entero. Panza llena y corazones calientes. “Ahícito comienza la carretera”. Luego de 180 Km . de ripio, ¿por qué no seguir? Y seguimos…

Con desmedido júbilo, tomamos la carretera; aceleramos como hacía tiempo deseábamos hacer, el viento (y no barro y piedritas) comenzó a acariciar dócilmente nuestro cuerpo: éramos felices… hasta que a sólo 500 metros un gran montículo de tierra que tapiaba todo el ancho de la ruta se interpuso en nuestro camino. Como la adrenalina aún circulaba por nuestras venas, con gallarda hidalguía decidimos sortearlo por un costado (lo que implicaba bajar y luego subir una pendiente nada despreciable). Una vez del otro lado –con porteña sonrisa- nos dijimos: “con tierrita a nosotros”, y seguimos… otros 500 metros . La operación se repitió, tres, cuatro, seis, diez veces… hasta que nuestra moto –emanando humo por todos sus orificios- dijo ¡basta!.

“Se está fundiendo”, sentenció Paco (y agregó algo de una “junta” que separa agua de aceite que estaba en proceso de desintegrarse). “¿Y eso lo podés arreglar?”, preguntamos con ingenua esperanza. “Sí –contestó--, en Buenos Aires y pidiendo los repuestos a U.S.A.”

No era un panorama alentador. Anochecía, una amenazante tormenta refulgía tras las montañas y estábamos en la mitad de una ruta clausurada (luego nos enteramos que –con bombos y platillos (y seguramente mucho alcohol)- se había inaugurado hace pocos meses, pero que casi instantáneamente se había comenzado a resquebrajar; y entonces la habían “clausurado temporariamente” para que los peritos pudieran inquirir las causas –y reclamar a la constructora brazuca encargada de la obra.). La moto no prendía (a decir verdad, ni lo intentamos) y, obviamente, nadie pasaba por allí. ¿Qué carancho hacer?

Buscamos unas señales de desvío, algunos carteles con flechitas y con las motos como posible escudo –mientras que reflexionábamos sobre los distintos modos de enviar la moto para Buenos Aires… o de encontrar algún cruceño (natural de Santa Cruz, único Boliviano adinerado) medio paspado que quisiera adquirir una moto que “sólo fumaba un poquito”—armamos las carpas en la mitad de la ruta. Dos o tres mates tibios (por suerte habíamos almorzado bien tarde), algunas disquisiciones sobre las diferencias conceptuales entre “rayos”, “truenos”, “relámpagos” y “refucilos”… y –suplicando que la tormenta (que nunca llegó a ser tal) no nos volara con carpa y todo (no es fácil clavar las estacas en el ruta de concreto) nos fuimos a dormir.


Una moto que pasó raspando la carpa –tipo cinco de la matina- marcó el inicio del nuevo día. Paco y Caro fueron hasta Cotagaita en busca de provisiones y de agua para la moto. ¿Nosotros? Penando.

Rato –largo- después vuelven con las ansiadas provisiones y con una noticia alentadora a largo plazo y desesperante a corto. “Por las lluvias están habilitando esta ruta”. En menos de lo que canta una llama levantamos campamento y nos corrimos a un bordecito (que llamarlo banquina sería una exceso de generosidad).

Una hora y media después –luego de unos mates y galletas reparadores- Paco se puso a revisar la moto. Dos horas tardó en hacerla arrancar y dos segundos en afirmar: “le mando el electro directo y sigamos hasta donde lleguemos” (Nota para (des)entendidos: con “electro” nuestro amigo hace referencia al “electroventilador” que, como no puede ser otra cosa, es una ventilador eléctrico pero dicho al vesre y que –prendiéndose a determinada temperatura-- sirve para enfriar el agua del radiador–otras motos, como la de nuestro caro amigo, carecen del tan rebuscado artefacto y se enfrían solitas, con el mismo viento que generan andando. Entonces, lo que nos ofrecía en esa por demás oscura expresión era poner el ventiladorcito a andar constantemente… y que fuera lo que Alá quisiera.

Así hicimos. Y volvimos a Cotagaita en busca de alguna solución más duradera. De más está aclarar que no se nos ocurrió nada (Perdón, Emi, pero qué puede esperar uno de un lugar llamado Cotagaita), pero como hacía doscientos grados a la sombra dijimos “Ya fue, si habilitaron la ruta mandémonos a Potosí que ahí algo se nos va a ocurrir” Parte de lo que se nos ocurrió –en el camino- no fue tanto la solución del problema sino su causa: el barro acumulado en el “electro” había hecho que este ya no enfriara. Y todo recalentó. Este fue uno de los tantos casos en donde saber las causas no sirve casi para nada.

Y recomenzamos el camino. Pero Bolivia es una caja de sorpresas: habían mandado a dos cristianos en bicicleta a que –pala en mano- desmontaran las pequeñas –pero contundentes- colinas erguidas en la ruta. Ergo, llegaron a desmontar dos o tres y se tiraron a descansar. (Varios kilómetros después fuimos privilegiados testigos de otro claro ejemplo de esta tecnología de alto nivel (estamos a más de 4000 metros de altura): como todos los caminos son al pie de la montaña, se encuentran constantemente regados por piedritas. ¿Cómo salvar la situación? Mandar caminando y con escobas (sí, escobas hechas con ramas de árboles) a un grupete de mortales barrer las rutas everyday.

En síntesis (tememos ya estar aburriendo), lo que restó de camino (no hasta Potosí, la inalcanzable, a la que no llegamos sino al otro día, sino hasta un lugar llamado algo así como “Cuchi Ingenio” -varias veces preguntamos a lo lugareños adónde es que nos encontrábamos y varias veces nos ofrecieron respuestas-seguramente la misma- que nuestros torpes oídos no lograron descifrar: más que tibios “ruidos” en la comunicación, como proponía Jackobson, hay aquí, a veces, tremendos bramidos ensordecedores). Lo que restó del camino, decíamos, fue un perpetuo entrecruzarse del ripio al asfalto y del asfalto al ripio (con un ojo puesto en las piedritas del camino, otro en el reloj de temperatura, otro en nuestros temibles verdugos, los buses, y el último –por suerte las motos se conducen a cuatro ojos—en un paisaje que importaba cada vez menos) hasta que la noche nos aburrió en un sitio del que nunca pudimos descifrar su nombre. Estábamos a sólo 40 km de Potosí, la inalcanzable.

To be continued...
Besos y abrazos grandes para tod@s!!!!

PD: Quien con franciscana paciencia quiera seguir aburriéndose con nuestras desgracias, les ofrecemos –por las mismas chirolas-- un link en el que nuestro inmejorable amigo (maestro en las artes mecánicas así como en las tecnológicas) ha subido algunas fotos (intentaremos actualizar el sitio asiduamente):

!!! ALBUM DE FOTOS !!!!

Ahora desde Potosí !!

12 de Enero de 2007 desde Potosí

Hola genchi!!!! Luego de bastante tiempo, nos volvemos a encontrar. Ahora estamos en Potosí. Quienes la conocen, recordarán su encanto; quienes no, es una muy bonita ciudad colonial, que alguna vez fue la más importante y rica de Hispanoamérica (sus habitantes recuerdan cada quince palabras la conocida frase de Cervantes –haciendo referencia a algo muy costoso o inalcanzable- “Vale un Potosí”), pero que desde hace un par de siglos intenta sobrevivir. La Potosí de hoy es cada vez más una ciudad turística (desde hace algunos años comenzaron a aparecer Hostels), pero con todo lo vago e inexacto que tiene cualquier adjetivo en Bolivia.

Hace cuatro días que estamos y hace cuatro días que llueve sin parar. No importa: con Cervantes, llegar hasta acá nos costó un Potosí. Las líneas que siguen narran –de forma abreviada- algunas de las peripecias por las que tuvimos que pasar para llegar aquí donde estamos.

Por otro lado, escribimos este mail con un coro de fondo que clama ¡asesinos! ¡asesinos! La cosa en Bolivia (particularmente en Cochabamba) está que explota. La historia de Bolivia de estos últimos seis años. Más adelante, si hay tiempo, contamos un poquito sobre esto.

Resumimos en dos puntos lo contado en los últimos informes:
- Salimos de Tilcara el segundo día del año.
- Tardamos doce horas en pasar la frontera La Quiaca – Villazón. (Ver mail del 04 de enero dos páginas atrás.)

Tres días en Villazón, típica ciudad de frontera: caótica, perturbante. Precios muy baratos. Mucho contrabando y muchísimo choreo. Sin duda, no es un destino turístico apetecible (más bien, un lugar de esos por lo que uno pasa rápido, con la cabeza agachada, tratando de no ser visto). No obstante, ahora a la distancia, tal vez no sea tan tenebrosa.

Los tres días mencionados estuvieron dedicados a buscar la manera de evitar los 350 km de un ripio imposible que separa Villazón de Potosí. La primera opción era el tren (ya que carga motos), pero esta opción fue descartada por estar agotados los pasajes para toda la semana. La segunda fue un camión. Así, mientras Paco intentaba arreglar su moto bastante afectada por la altura y otros volvíamos al Banco Nación de La Quiaca en busca de dólares, un grupo consiguió un camión que nos pasaba a buscar a las ocho de la mañana del siguiente día y que nos dejaría en Santiago de Cotagaita, donde –decían- comenzaba el asfalto. Como no podía ser de otra manera, el camión nunca apareció. Paco terminó de arreglar su moto tipo mediodía. A la una salimos decididos a enfrentar –con paciencia- el ripio. Qué boludos!!!!!!

El ripio era fulero, más no imposible. Técnicamente, a este tipo de ripio se lo llama “rastrillo”, un conjunto de ondulaciones pronunciadas –como minis lomas de burro, una al ladito de la otra--, que te destartalan el cuerpo y la moto. Por la huella todo va relativamente bien, por la piedritas te vas al carajo en cualquier momento. El camino no era ancho (por momentos sólo para un auto, por momentos para uno y medio): todo de cornisa y con inalcanzables subidas. No importa. Lo peor es que lo bolivianos pierden su innata afabilidad en cuanto suben a un auto/bus/camión: ahí devienen serial killers. No usan el freno, sólo la bocina. Si no te corrés, no la contás (o la contás desde un hospital boliviano: alá no lo permita!!!).

A unos 30 km por hora (promedio), a pesar de todo y parando cada 40 minutos, veníamos bien (algunos resbalones que no se realizaban en caídas), hasta que Paco/Caro –ante un intimidatorio bocinazo de un camión con cincuenta boliviano apretujados en la caja—resbalan con la piedritas y se tatúan las manos, brazos y rodillas con raspones. La multitud los miró -atónita y carente de cualquier reacción- desde arriba del camión por largos minutos.

Pervinox. Gasas. Algún quejido… y seguimos camino. Al margen, el camino era bellísimo (o eso cuentan Julieta y Carolina, dado que a Paco y a Diego les era imposible levantar la cabeza de la huella).

A las siete llegamos a Tupiza (una hora antes había llegado la tercer moto, Pucho y Rifu, quienes decidieron hacer el resto del viaje un poco más acelerado), cansados y –algunos- algo raspados. Habíamos hecho 90 kilómetros .

Dos días estuvimos en Tupiza, una ciudad hiper linda y tranquila en donde se llevaba a cabo una gran fiesta / kermese por Reyes (Tanto en Bolivia como en el norte argentino, en la zona del Altiplano en general, hay una fiesta cada dos días… y cada fiesta dura tres días!!! Cada virgen, cada santo, cada divinidad propia, prestada o impuesta es agasajada con mucha música y muchísimo alcohol (en general, “alcohol potable de 97 grados”)

Estamos en época de lluvia. Y la noche anterior a salir de Tupiza se llovió todo: el camino de ripio se convirtió en una gran cuenca fangosa. Si hay algo para lo que nuestras motos no sirven es para el barro (y menos si están cargadas como ekekos). Pero no había plan B. La idea era llegar a Cotagaita en donde diversas fuentes aseguraban que comenzaba el asfalto. Seguimos marcha a 20 km por hora, a veces arriba la moto, a veces con los pies abajo, a veces con las chicas caminando (o empujando) atrás, a veces todo a pie empujando las motos. Cuando ya habíamos hecho la mitad del camino (por momentos con el barro en la rodilla) la cosa se ponía más y más difícil (los autos se encajaban, de los buses se bajan choferes y pasajeros con palas para poder pasar, las motos preparadas para estos terrenos (Varadero, Transalp) pasaban atadas en cajas de camionetas). Decidimos que lo mejor era alivianar peso: una 4 x 4 se ofreció a llevar a las chicas y a los bártulos hasta Cotagaita y a todos nos pareció una buena idea. (paradójicamente, hay muchísimos 4 x 4 en Bolivia: las traen usadas de Japón –con cuatro o cinco años, cuando allá ya no se usan- y las entran por Iquique –Chile- a precios muy económicos). Todo se hizo más fácil, pero el camino empeoraba.

Con saliva, paciencia y equilibrio llegamos a Cotagaita, un pueblito medio imposible en el que almorzamos y descansamos un rato. Eran las 18 hs., pero el rally no sólo nos había llenado de barro sino también de adrenalina. Además, todos coincidían en que desde allí (aunque por momentos se cortaba) comenzaba el asfalto. Faltaban 180 km para Potosí. ¿Qué íbamos a hacer nosotros en un lugar llamado Cotagaita? Decidimos seguir: pésima decisión!!!!!!!

Mañana contamos por qué.
To be continued.
Besos y abrazos para todos!!!

Desde Tupiza !!

06 de Enero de 2007 desde Tupiza

Hola a todos.

Nos encontramos nuevamente (y prontamente) por las rutas cibernéticas. Por la frencuencia de los correos creerán que nos estamos comiendo soberano embole, pero no es así. Todo está de maravilla, sólo que -por estos rincones- pasadas las 15/16 hs el cielo se cubre y se asoman unas gigantes nubes que al poco tiempo se convierten en una lluvia torrencial (Algo había escuchado sobre la época de lluvias, pero no creí que fuera tan literal y con tamaña intensidad). En fin, al rato calma y ya se pueden transitar las calles nuevamente.

Ayer llegamos a esta ciudad -Tupiza- luego de hacer 90 Km de ripio desde Villazón. En principio, la idea era salir en camión (con las motos arriba del mismo) pero los tiempos bolivianos son diametralmente opuestos a los de seis porteños ansiosos que luego de una hora de demora comenzaron a hacer otros planes. De todos modos, sabia decisión la nuestra, el camión nunca pasó por nosotros y -así de guapos- decidimos salir por nuestros propios medios. La ruta... ¿qué decirles? Tal (o peor) de lo que la imaginan. Ventaja: ir a 20 km por hora (velocidad real, no exagero) disfrutando del increíble paisaje y conversando con el conductor. Paradas varias mediante -y luego de unas cuantas horas de viaje- llegamos a Tupiza. Aquí nos esperaban dos de los compañeros ruteros que habían arribado un rato antes y festejaban con cerveza el (modesto) triunfo. Luego de un baño (pa sacar las capas de tierra acumuladas) salimos a recorrer y comer algo. Con la devoción característica de todos (y algunos en particular) por los precios bajos terminamos en un bolichito comiendo algo que intentaba ser una "hamburguesa" (ojos que no ven...) por un peso boliviano es decir 0.30 cts argentinos (imaginen!)

Hoy recorrimos la ciudad y paseamos por una feria muy simpática -sin turistas- en la que se festejaba el día de reyes. Ahora intentando bajar las fotos para poder enviarlas por éste o similares medios. Si todo sale bien las enviaremos en breve.

Bueno, creo que es todo por ahora. Mañana a madrugar que nos espera un largo camino rumbo a Potosí...

Seguimos en contacto! No dejen de escribir.

Besos y abrazos

Ya en tierra Boliviana !!


04 de Enero de 2007 desde Villazón

Hola a todos!

Como anda todo por sus respectivos pagos (que a esta altura, sospecho, pueden ser diversos)?
Por aca todo muy bien. En este momento nos encontramos en Villazon: ciudad fronteriza (y fea si las hay) hasta mañana a la mañana que partimos rumbo a Potosi.

Luego de un dia verdaderamente agotador nos encontramos mejor y descansados. En el dia de ayer viajamos -por la mañana- desde Tilcara a La Quiaca para cruzar a Villazon. Cruce que estimamos demoraria 1 hs. como mucho. Pero no! No pudo ser. Esa hora resulto ser UN DIA ENTERO. LLegamos a la zona de tramites y ya advertimos una enorme cantidad de gente (si, claro, todos diran es 3 de enero ¿que esperabas? pero nosotros no lo consideramos). Ahh previo a eso hicimos una dificultosa recorrida por el pueblo buscando un banco Nacion. Pero con la suerte que nos acompañaba desde temprano: los bancos en La Quiaca cierran a las 14 hs y eran las 14.15 hs! Ergo banco cerrado. Bueno, no importa, pensamos, cambiamos plata en Villazon. Cuando nos dirigimos a la zona de frontera ups! piquete de camioneros (si, con cubiertas quemandose y todo. No es que tenga nada contra las medidas de lucha, pero imaginen esa escena). Ok. Logramos pasar -con motos trepando cordones y andando por las veredas- y finalmente llegamos a la maldita cola que, claro, no era la de cualquier cristiano sino la de "vehiculos". Alli nos mandaron a hablar con la parte de aduana argentina, quienes prometieron atendernos a la brevedad. Of course la brevedad aca es muy larga. Insistimos nuevamente y nos dicen que no, no teniamos que esperar sino ir. Los tres titulares de las motos se dirigieron a hablar con el amable gendarme y acto seguido aparecen con una tremenda cara de culo diciendo "se pudrio todo, no podemos pasar". ¿Que ocurria? Necesitabamos un seguro que cubriera paises limitrofes y que, como imaginan, no teniamos. ¿Que hacer? Recorrer todas y cada una de las casas de seguros existentes en la Quiaca que, por supuesto, estaban cerradas y abririan pasada la siesta. Abiertas tampoco fueron de gran utilidad ya que ninguna de las compañias aseguran motos. Alrededor de las 18.30 hs. Paco llega al grito de "consegui un seguro"! Nos dirigimos, entonces, hacia la aduana nuevamente. A partir de ahi comenzo un partido de ping pong -con nosotros de pelotitas- que consistia en mandarnos de una a otra oficina diciendo NI a nuestro tramite. Duda que termino en el momento que el señor de verde a cargo nos dice "esto que ustedes tienen no sirve. Los acaban de estafar y yo no me voy a hacer cargo de su torpeza". (Lo que teniamos era una hoja escrita por un NN en la que, en teoria, certificaba que la poliza estaba en tramite. Patrañas puras patrañas)

Resignados ya a que la suerte estuviera de nuestro lado comenzamos un espectaculo de simpatia y monigoteadas frente al sargento que finalizo en la respuesta ansiada: "dejalos pasar" fue la orden a uno de los hombrecitos de azul que hacia rato se divertia con nosotros.

Siendo las 20.30 hs comenzamos los tramites y al fin logramos pasar.
Solo faltaba arreglar la moto de Diego y conseguir donde dormir. Detalles... solo detalles.
No se muy bien a que le llaman mal de altura pero sospecho que a nosotros nos ataco de lleno...
Bueno, a quienes aun se encuentren leyendo este correo, les mando un fuerte abrazo. Nos mantenemos en contacto!

Besos
J.

PD: Disculpas a los exquisitos ortograficos pero este teclado carece de tildes.