Pésima decisión.....

14 de Enero de 2007 desde Potosí

… sí, no hay dudas: fue una pésima decisión.

Retomamos: Santiago de Cotagaita (Emi: “De Cotagaita más respeto, che! Es el sitio del primer combate por la independencia, con Balcarce (el de los alfajores) a la cabeza contra los realistas (27 y 28 de octubre de 1810). ¿El resultado? Nos sacaron cagando, pero después le dimos masita en Suipacha”...). Cinco de la Tarde. Barro cubriéndonos por entero. Panza llena y corazones calientes. “Ahícito comienza la carretera”. Luego de 180 Km . de ripio, ¿por qué no seguir? Y seguimos…

Con desmedido júbilo, tomamos la carretera; aceleramos como hacía tiempo deseábamos hacer, el viento (y no barro y piedritas) comenzó a acariciar dócilmente nuestro cuerpo: éramos felices… hasta que a sólo 500 metros un gran montículo de tierra que tapiaba todo el ancho de la ruta se interpuso en nuestro camino. Como la adrenalina aún circulaba por nuestras venas, con gallarda hidalguía decidimos sortearlo por un costado (lo que implicaba bajar y luego subir una pendiente nada despreciable). Una vez del otro lado –con porteña sonrisa- nos dijimos: “con tierrita a nosotros”, y seguimos… otros 500 metros . La operación se repitió, tres, cuatro, seis, diez veces… hasta que nuestra moto –emanando humo por todos sus orificios- dijo ¡basta!.

“Se está fundiendo”, sentenció Paco (y agregó algo de una “junta” que separa agua de aceite que estaba en proceso de desintegrarse). “¿Y eso lo podés arreglar?”, preguntamos con ingenua esperanza. “Sí –contestó--, en Buenos Aires y pidiendo los repuestos a U.S.A.”

No era un panorama alentador. Anochecía, una amenazante tormenta refulgía tras las montañas y estábamos en la mitad de una ruta clausurada (luego nos enteramos que –con bombos y platillos (y seguramente mucho alcohol)- se había inaugurado hace pocos meses, pero que casi instantáneamente se había comenzado a resquebrajar; y entonces la habían “clausurado temporariamente” para que los peritos pudieran inquirir las causas –y reclamar a la constructora brazuca encargada de la obra.). La moto no prendía (a decir verdad, ni lo intentamos) y, obviamente, nadie pasaba por allí. ¿Qué carancho hacer?

Buscamos unas señales de desvío, algunos carteles con flechitas y con las motos como posible escudo –mientras que reflexionábamos sobre los distintos modos de enviar la moto para Buenos Aires… o de encontrar algún cruceño (natural de Santa Cruz, único Boliviano adinerado) medio paspado que quisiera adquirir una moto que “sólo fumaba un poquito”—armamos las carpas en la mitad de la ruta. Dos o tres mates tibios (por suerte habíamos almorzado bien tarde), algunas disquisiciones sobre las diferencias conceptuales entre “rayos”, “truenos”, “relámpagos” y “refucilos”… y –suplicando que la tormenta (que nunca llegó a ser tal) no nos volara con carpa y todo (no es fácil clavar las estacas en el ruta de concreto) nos fuimos a dormir.


Una moto que pasó raspando la carpa –tipo cinco de la matina- marcó el inicio del nuevo día. Paco y Caro fueron hasta Cotagaita en busca de provisiones y de agua para la moto. ¿Nosotros? Penando.

Rato –largo- después vuelven con las ansiadas provisiones y con una noticia alentadora a largo plazo y desesperante a corto. “Por las lluvias están habilitando esta ruta”. En menos de lo que canta una llama levantamos campamento y nos corrimos a un bordecito (que llamarlo banquina sería una exceso de generosidad).

Una hora y media después –luego de unos mates y galletas reparadores- Paco se puso a revisar la moto. Dos horas tardó en hacerla arrancar y dos segundos en afirmar: “le mando el electro directo y sigamos hasta donde lleguemos” (Nota para (des)entendidos: con “electro” nuestro amigo hace referencia al “electroventilador” que, como no puede ser otra cosa, es una ventilador eléctrico pero dicho al vesre y que –prendiéndose a determinada temperatura-- sirve para enfriar el agua del radiador–otras motos, como la de nuestro caro amigo, carecen del tan rebuscado artefacto y se enfrían solitas, con el mismo viento que generan andando. Entonces, lo que nos ofrecía en esa por demás oscura expresión era poner el ventiladorcito a andar constantemente… y que fuera lo que Alá quisiera.

Así hicimos. Y volvimos a Cotagaita en busca de alguna solución más duradera. De más está aclarar que no se nos ocurrió nada (Perdón, Emi, pero qué puede esperar uno de un lugar llamado Cotagaita), pero como hacía doscientos grados a la sombra dijimos “Ya fue, si habilitaron la ruta mandémonos a Potosí que ahí algo se nos va a ocurrir” Parte de lo que se nos ocurrió –en el camino- no fue tanto la solución del problema sino su causa: el barro acumulado en el “electro” había hecho que este ya no enfriara. Y todo recalentó. Este fue uno de los tantos casos en donde saber las causas no sirve casi para nada.

Y recomenzamos el camino. Pero Bolivia es una caja de sorpresas: habían mandado a dos cristianos en bicicleta a que –pala en mano- desmontaran las pequeñas –pero contundentes- colinas erguidas en la ruta. Ergo, llegaron a desmontar dos o tres y se tiraron a descansar. (Varios kilómetros después fuimos privilegiados testigos de otro claro ejemplo de esta tecnología de alto nivel (estamos a más de 4000 metros de altura): como todos los caminos son al pie de la montaña, se encuentran constantemente regados por piedritas. ¿Cómo salvar la situación? Mandar caminando y con escobas (sí, escobas hechas con ramas de árboles) a un grupete de mortales barrer las rutas everyday.

En síntesis (tememos ya estar aburriendo), lo que restó de camino (no hasta Potosí, la inalcanzable, a la que no llegamos sino al otro día, sino hasta un lugar llamado algo así como “Cuchi Ingenio” -varias veces preguntamos a lo lugareños adónde es que nos encontrábamos y varias veces nos ofrecieron respuestas-seguramente la misma- que nuestros torpes oídos no lograron descifrar: más que tibios “ruidos” en la comunicación, como proponía Jackobson, hay aquí, a veces, tremendos bramidos ensordecedores). Lo que restó del camino, decíamos, fue un perpetuo entrecruzarse del ripio al asfalto y del asfalto al ripio (con un ojo puesto en las piedritas del camino, otro en el reloj de temperatura, otro en nuestros temibles verdugos, los buses, y el último –por suerte las motos se conducen a cuatro ojos—en un paisaje que importaba cada vez menos) hasta que la noche nos aburrió en un sitio del que nunca pudimos descifrar su nombre. Estábamos a sólo 40 km de Potosí, la inalcanzable.

To be continued...
Besos y abrazos grandes para tod@s!!!!

PD: Quien con franciscana paciencia quiera seguir aburriéndose con nuestras desgracias, les ofrecemos –por las mismas chirolas-- un link en el que nuestro inmejorable amigo (maestro en las artes mecánicas así como en las tecnológicas) ha subido algunas fotos (intentaremos actualizar el sitio asiduamente):

!!! ALBUM DE FOTOS !!!!

No hay comentarios.: