12 de Enero de 2007 desde PotosíHola genchi!!!! Luego de bastante tiempo, nos volvemos a encontrar. Ahora estamos en Potosí. Quienes la conocen, recordarán su encanto; quienes no, es una muy bonita ciudad colonial, que alguna vez fue la más importante y rica de Hispanoamérica (sus habitantes recuerdan cada quince palabras la conocida frase de Cervantes –haciendo referencia a algo muy costoso o inalcanzable- “Vale un Potosí”), pero que desde hace un par de siglos intenta sobrevivir. La Potosí de hoy es cada vez más una ciudad turística (desde hace algunos años comenzaron a aparecer Hostels), pero con todo lo vago e inexacto que tiene cualquier adjetivo en Bolivia.

Hace cuatro días que estamos y hace cuatro días que llueve sin parar. No importa: con Cervantes, llegar hasta acá nos costó un Potosí. Las líneas que siguen narran –de forma abreviada- algunas de las peripecias por las que tuvimos que pasar para llegar aquí donde estamos.
Por otro lado, escribimos este mail con un coro de fondo que clama ¡asesinos! ¡asesinos! La cosa en Bolivia (particularmente en Cochabamba) está que explota. La historia de Bolivia de estos últimos seis años. Más adelante, si hay tiempo, contamos un poquito sobre esto.
Resumimos en dos puntos lo contado en los últimos informes:
- Salimos de Tilcara el segundo día del año.
- Tardamos doce horas en pasar la frontera La Quiaca – Villazón. (Ver mail del 04 de enero dos páginas atrás.)
Tres días en Villazón, típica ciudad de frontera: caótica, perturbante. Precios muy baratos. Mucho contrabando y muchísimo choreo. Sin duda, no es un destino turístico apetecible (más bien, un lugar de esos por lo que uno pasa rápido, con la cabeza agachada, tratando de no ser visto). No obstante, ahora a la distancia, tal vez no sea tan tenebrosa.

Los tres días mencionados estuvieron dedicados a buscar la manera de evitar los 350 km de un ripio imposible que separa Villazón de Potosí. La primera opción era el tren (ya que carga motos), pero esta opción fue descartada por estar agotados los pasajes para toda la semana. La segunda fue un camión. Así, mientras Paco intentaba arreglar su moto bastante afectada por la altura y otros volvíamos al Banco Nación de La Quiaca en busca de dólares, un grupo consiguió un camión que nos pasaba a buscar a las ocho de la mañana del siguiente día y que nos dejaría en Santiago de Cotagaita, donde –decían- comenzaba el asfalto. Como no podía ser de otra manera, el camión nunca apareció. Paco terminó de arreglar su moto tipo mediodía. A la una salimos decididos a enfrentar –con paciencia- el ripio. Qué boludos!!!!!!
El ripio era fulero, más no imposible. Técnicamente, a este tipo de ripio se lo llama “rastrillo”, un conjunto de ondulaciones pronunciadas –como minis lomas de burro, una al ladito de la otra--, que te destartalan el cuerpo y la moto. Por la huella todo va relativamente bien, por la piedritas te vas al carajo en cualquier momento. El camino no era ancho (por momentos sólo para un auto, por momentos para uno y medio): todo de cornisa y con inalcanzables subidas. No importa. Lo peor es que lo bolivianos pierden su innata afabilidad en cuanto suben a un auto/bus/camión: ahí devienen serial killers. No usan el freno, sólo la bocina. Si no te corrés, no la contás (o la contás desde un hospital boliviano: alá no lo permita!!!).

A unos 30 km por hora (promedio), a pesar de todo y parando cada 40 minutos, veníamos bien (algunos resbalones que no se realizaban en caídas), hasta que Paco/Caro –ante un intimidatorio bocinazo de un camión con cincuenta boliviano apretujados en la caja—resbalan con la piedritas y se tatúan las manos, brazos y rodillas con raspones. La multitud los miró -atónita y carente de cualquier reacción- desde arriba del camión por largos minutos.
Pervinox. Gasas. Algún quejido… y seguimos camino. Al margen, el camino era bellísimo (o eso cuentan Julieta y Carolina, dado que a Paco y a Diego les era imposible levantar la cabeza de la huella).
A las siete llegamos a Tupiza (una hora antes había llegado la tercer moto, Pucho y Rifu, quienes decidieron hacer el resto del viaje un poco más acelerado), cansados y –algunos- algo raspados. Habíamos hecho 90 kilómetros .
Dos días estuvimos en Tupiza, una ciudad hiper linda y tranquila en donde se llevaba a cabo una gran fiesta / kermese por Reyes (Tanto en Bolivia como en el norte argentino, en la zona del Altiplano en general, hay una fiesta cada dos días… y cada fiesta dura tres días!!! Cada virgen, cada santo, cada divinidad propia, prestada o impuesta es agasajada con mucha música y muchísimo alcohol (en general, “alcohol potable de 97 grados”)

Estamos en época de lluvia. Y la noche anterior a salir de Tupiza se llovió todo: el camino de ripio se convirtió en una gran cuenca fangosa. Si hay algo para lo que nuestras motos no sirven es para el barro (y menos si están cargadas como ekekos). Pero no había plan B. La idea era llegar a Cotagaita en donde diversas fuentes aseguraban que comenzaba el asfalto. Seguimos marcha a 20 km por hora, a veces arriba la moto, a veces con los pies abajo, a veces con las chicas caminando (o empujando) atrás, a veces todo a pie empujando las motos. Cuando ya habíamos hecho la mitad del camino (por momentos con el barro en la rodilla) la cosa se ponía más y más difícil (los autos se encajaban, de los buses se bajan choferes y pasajeros con palas para poder pasar, las motos preparadas para estos terrenos (Varadero, Transalp) pasaban atadas en cajas de camionetas). Decidimos que lo mejor era alivianar peso: una 4 x 4 se ofreció a llevar a las chicas y a los bártulos hasta Cotagaita y a todos nos pareció una buena idea. (paradójicamente, hay muchísimos 4 x 4 en Bolivia: las traen usadas de Japón –con cuatro o cinco años, cuando allá ya no se usan- y las entran por Iquique –Chile- a precios muy económicos). Todo se hizo más fácil, pero el camino empeoraba.

Con saliva, paciencia y equilibrio llegamos a Cotagaita, un pueblito medio imposible en el que almorzamos y descansamos un rato. Eran las 18 hs., pero el rally no sólo nos había llenado de barro sino también de adrenalina. Además, todos coincidían en que desde allí (aunque por momentos se cortaba) comenzaba el asfalto. Faltaban 180 km para Potosí. ¿Qué íbamos a hacer nosotros en un lugar llamado Cotagaita? Decidimos seguir: pésima decisión!!!!!!!
Mañana contamos por qué.
To be continued.
Besos y abrazos para todos!!!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario